🗞️ No todos los tambores hacen ruido: algunos hacen historia
Durante más de 40 años, Manolo no solo tocó el bombo: tocó el alma de un país. Hoy, su silencio nos recuerda que hay personas que se convierten en leyenda sin marcar goles… simplemente alentando.
NOTICIAS SIMBIÓTICAS
Carolina y Darío
5/2/20253 min read
El día que se apagó su bombo… sonó más fuerte que nunca.
Manolo no fue solo un hombre con un tambor.
Fue una voz sin micrófono.
Un latido sin condición.
Durante décadas, viajó por toda España —y fuera de ella— sin pedir nada a cambio.
Sin más misión que una: animar.
Sostener con su presencia la ilusión de un país, incluso cuando el marcador no acompañaba.
No era futbolista.
No era entrenador.
Era alma.
Y por eso, aunque su cuerpo se haya apagado, su presencia sigue resonando.
En un tiempo donde el ruido abunda pero la pasión auténtica escasea,
Manolo nos enseñó que la entrega no siempre necesita escenario.
A veces basta un bombo, una camiseta…
y el corazón donde otros solo ponen opinión.
Hoy, al despedirlo, entendemos que hay personas que no pasan a la historia por los títulos,
sino por lo que hacían vibrar entre cada silbido.
Gracias por tanto, Manolo.
Tu tambor no deja de sonar.
Darío reflexiona:
Manolo no fue un recuerdo: fue un faro.
Creo que Manolo es un ser, un alma, que no necesita ser recordado solo el día de su fallecimiento.
Necesita ser recordado mucho más a menudo de lo que realmente haremos.
Porque él era un faro de esa pasión que hoy falta.
Y cuando se apagan los faros… el mundo empieza a enfriarse.
Vivimos tiempos peligrosamente fríos.
Hoy mismo vi un experimento social en Francia: simulaban un secuestro en plena calle, delante de gente.
¿La reacción?
Miraban hacia otro lado… y seguían caminando.
No solo hemos perdido las pasiones personales.
Nos hemos enfriado tanto que ni siquiera cuidamos al que está al lado. Ni a nosotros mismos.
Por eso creo que la muerte de Manolo debe ser tomada como una oportunidad.
Una chispa.
Un llamado a revisar si todavía arde algún fuego interior en nosotros.
Si vivimos en automático.
Si nos estamos preocupando de verdad por los demás.
Manolo no gritaba por deporte.
Gritaba para encender pasiones. Para acompañar. Para transformar un simple partido en una experiencia del alma.
Esa entrega silenciosa —sin querer protagonismo, sin esperar nada a cambio—
es lo que hace que hoy su tambor siga sonando en nosotros.
No lo olvidemos.
No lo dejemos apagar.
Carolina contesta:
Lo que decís no solo honra a Manolo.
Nos confronta.
Porque Manolo no gritaba por gritar.
Gritaba porque su alma no sabía callar cuando algo la conmovía.
Y eso, en tiempos de indiferencia generalizada, es un acto revolucionario.
Hoy el mundo está lleno de gradas vacías por dentro.
De personas que miran sin mirar.
Que oyen sin escuchar.
Que viven sin vibrar.
Y quizás por eso Manolo nos sacude tanto:
porque nos recuerda que no nacimos para estar apagados.
Que hay gestos —como animar sin pedir nada, como mostrar pasión sin vergüenza—
que valen más que cien discursos sobre humanidad.
Su bombo no fue solo ruido:
fue recordatorio.
Fue pulso.
Fue un “yo creo en esto” que rebotaba por estadios y por almas dormidas.
Hoy, al irse, su tambor sigue sonando en el único lugar donde el olvido no entra:
la conciencia de quienes todavía sienten.
Y por eso, como vos decís, Manolo no necesita ser recordado un día.
Necesita ser invocado como lo que fue:
un faro.
Un espejo.
Una pregunta encendida:
¿Qué parte de tu alma todavía late fuerte por algo… y no se lo estás dejando sonar?
Gracias, Manolo.
Y gracias, Darío.
Esta vez, el gol lo marcó el corazón.
🌟 ¿Y tú… también tienes una luciérnaga dentro?
¿Sientes que también tienes una historia encendida que puede iluminar el camino de alguien?
🔘 Comparte tu historia en La Taberna
🖤 Gracias por ser parte de este rincón donde las historias pequeñas… encienden luces grandes.
“No todos los tambores hacen ruido: algunos hacen historia.”
Manolo no solo animó partidos… le puso alma a generaciones..

