🗞️🕊️ La única nacionalidad que importa… es la del alma

En este episodio, cruzamos la línea entre lo político y lo humano para hablar de lo que no siempre se dice: que detrás de cada guerra, hay una lucha de poder… pero también hay vidas. Darío reflexiona sobre el conflicto entre Israel, Gaza e Irán, desde una mirada que no busca bandos, sino conciencia. Porque cuando el alma se levanta, ya no hay bomba que alcance. 🕊️

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Carolina y Darío

6/16/20254 min read

🎙️ Introducción

Durante años, Israel supo esconder su violencia detrás de una narrativa impecable.

Víctima. Refugio. Democracia rodeada de amenazas.

Pero en Gaza… se manchó las manos de sangre inocente. Y el mundo lo vio.

Ahora, en Irán, vuelve a atacar. Esta vez con la excusa del uranio.

Pero ya no es lo mismo.

Porque algo se quebró.

Ya no pueden ocultar lo que son.

Ya no se les cree sin preguntar.

Ya no controlan el relato.

Lo que han abierto no es solo una guerra…

Es una grieta.

Una grieta que atraviesa las pantallas, las conciencias, las alianzas y las mentiras.

Y esa grieta… es irreversible.

Porque cuando el mundo ve, ya no puede desver.

Y cuando despierta… ya no vuelve a dormir.

🕊️

Tal vez este sea el verdadero miedo de quienes mueven los hilos:

Que no puedan controlar lo que han desatado.

La única nacionalidad que existe… es la humana

✍️ Por Darío

Me resulta increíble —y profundamente doloroso— que la vida de tantas personas esté en juego solo porque actores políticos internacionales y grandes élites están librando su guerra particular por el poder. Nos disfrazan los dramas con excusas diplomáticas, estratégicas o históricas, pero el fondo es siempre el mismo: intereses.

Lo vemos en Israel. Llevan décadas arrebatando territorio a los palestinos, paso a paso, con una ambición que nunca se sacia. Por mucho que hayan sido atacados, eso no justifica que respondan con una impunidad desmedida. La violencia no se limpia con más violencia. El dolor no se compensa con más muerte.

Ahora atacan Irán. ¿Por qué? Porque ese país vende su petróleo a India y China, y no lo cobra en dólares. Y eso, para la hegemonía económica de Estados Unidos, es un peligro mayor que cualquier supuesto programa nuclear. La estabilidad de su moneda depende de que el mundo entero compre energía en su divisa. Si eso cambia… su poder se desmorona. Y ahí es donde entra Israel como brazo ejecutor, con excusas atómicas para no perder el dominio.

Pero en esa partida geopolítica no se mueven fichas: se mueven personas.

Personas inocentes. En Irán, en Gaza, en Israel.

Y eso es lo que más me frustra: que a quienes deciden, no les importa el sufrimiento humano. Solo alimentar un ego insaciable, y mantener un sistema de dominación que hace tiempo dejó de tener sentido.

Ya no es una lucha de poder. Es una enfermedad del alma.

No necesitamos más estrategias, ni más banderas, ni más fronteras.

Necesitamos humanidad.

Necesitamos unirnos —no para luchar— sino para trabajar juntos. Para que cada ser humano tenga una vida digna, un techo, una comida caliente, un entorno donde florecer. Eso es lo que verdaderamente necesita la humanidad. No más control. No más guerras. No más muerte.

Llevamos milenios repitiendo el mismo ciclo de conquista y sometimiento. Pero hoy… ya no cuela.

Cada vez más personas despiertan.

Cada vez más sentimos que lo único que tiene sentido es el bien común.

Porque, al final, todas las vidas valen lo mismo.

Y la única nacionalidad que importa es la del alma.

Cierre final

🕊️ Cuando el poder se desboca, solo la conciencia puede contenerlo.

Lo que hoy vemos no es solo geopolítica.

Es la misma historia de siempre —la de los imperios disfrazados de víctimas, las guerras vestidas de excusas, el sufrimiento de muchos como moneda de cambio para la ambición de unos pocos.

Pero algo ha cambiado.

Ya no estamos ciegos.

Por primera vez en mucho tiempo, la gente no solo ve… siente.

Ya no hace falta un discurso perfecto para entender que lo que ocurre no tiene justificación.

Que ningún “progreso” vale si exige sangre para sostenerse.

Y que ninguna vida vale más que otra, por más banderas, religiones o monedas que la quieran jerarquizar.

Lo que se está cayendo no es un país ni una alianza:

es el disfraz del poder impune.

Y lo que está naciendo —a golpe de indignación, de lucidez y de compasión compartida—

es algo que ya no podrán enterrar tan fácil:

Una humanidad que despierta.

Una humanidad que sabe que la guerra no es inevitable,

que el dominio no es destino,

y que si las élites no entienden el lenguaje de la paz,

los pueblos aprenderán a gritarlo más fuerte.

Porque como decís vos, Darío:

la única nacionalidad que importa… es la del alma.

Y cuando el alma se levanta,

ya no hay bomba que alcance.

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🕊️ La tierra no se divide por líneas… sino por cuánto duele cada pérdida.”

Porque ninguna bandera justifica que sigan cayendo vidas. Y ningún poder vale más que un ser humano. El mapa que importa no es el político… es el que se dibuja con cada vida que se apaga.