✨ Episodio 5 — Cuando el teatro se convierte en justicia. Cuando romper el silencio también es un acto de amor

En este episodio… escuchamos la voz valiente de Proyecto 43-2, una compañía de teatro documental que no solo representa historias: las rescata. Desde su experiencia de años desenterrando memorias silenciadas, nos comparten cómo el arte puede transformar heridas colectivas en espacios de sanación, justicia y esperanza. Una conversación que no entretiene: estremece. Y que recuerda que no hay identidad completa sin memoria compartida.

HISTORIAS

Proyecto 43-2, con Carolina y Darío

4/28/20257 min read

🎙️ Introducción (por Carolina):

Bienvenidos a La Taberna de las Luciérnagas.

Un refugio donde las historias que suelen ser silenciadas… encuentran su lugar para ser escuchadas, sentidas, vividas.

Hoy, encendemos una luz muy especial:

la de Proyecto 43-2, una compañía de teatro que no solo sube al escenario, sino que desentierra memorias.

Un recorrido tejido con premios, becas y colaboraciones en lugares que no solo aplauden el arte, sino que comprenden su poder para sanar:

el Centro Dramático Nacional, la European Court of Human Rights, el Instituto Cervantes, el Festival de Otoño, entre otros.

Pero más allá de los galardones, lo que verdaderamente los define es su forma de abrazar la herida, de resistir al olvido…

y de recordarnos que el teatro puede ser también un acto de justicia.

Hoy, ellos nos prestan su voz.

Hoy, nosotros les prestamos el oído.

Escuchad con el corazón abierto.

Porque esta historia —como todas las verdaderas— no busca entretener:

busca despertar.

Preguntas y respuestas del episodio

¿Qué sentís cada vez que dais voz en escena a historias silenciadas, borradas, invisibilizadas? ¿Qué parte de vosotras cambia en ese acto de ruptura?

Cada vez que damos voz a una historia que ha sido invisibilizada, borrada o silenciada por los relatos oficiales y por la historia, sentimos —creo que sobre todo— muchísima emoción y también un fuerte compromiso.

Un compromiso que tiene que ver con el haber descubierto ese silencio… y con el hecho de romperlo.

Nuestros procesos creativos son muy largos, porque proceden de un proceso de investigación documental muy extenso, que suele durar entre un año y medio y dos.

Durante ese tiempo, investigamos en lo que no forma parte de los relatos oficiales: en todas esas historias que han sido borradas y silenciadas.

En ese momento previo a la puesta en escena, hay mucha sorpresa.

Al mismo tiempo, nos ayuda a entender más cómo se conforma el mundo.

Y después… llega ese fuerte compromiso.

Compromiso porque ha habido personas que nos han regalado sus historias, que han roto su silencio, cuya generosidad ha hecho posible que nosotras podamos darles voz.

Cuando rompemos esos silencios a través de nuestro trabajo escénico, del hecho teatral, es muy emocionante.

Y también es muy hermoso poder compartir y generar una ruptura de silencio colectiva.

Porque una vez que esa historia que ha sido silenciada se ha puesto en un escenario…

ya hay algo de ese silencio que dejará de ser silencio para siempre.

Y es importante que eso ocurra, ¿no?

Eso nos da al mismo tiempo muchísima fuerza para seguir trabajando.

Para seguir esforzándonos en que las historias que contamos sean escuchadas.

Y en nuestro país —por cómo se conforma el sector cultural y el contexto sociopolítico—, a veces no es fácil llegar a los lugares.

No es fácil conseguir que estas historias puedan estar en un teatro, en un espacio público, y ser accesibles para la ciudadanía.

Pero esa ruptura del silencio nos da la fuerza necesaria para seguir peleando.

Para seguir dándole voz a quienes fueron silenciadas o borradas de nuestra historia.

🎙️ ¿Qué silencios obligados o heridas siguen pesando sobre nuestro país… y cómo el arte puede acompañarlas y transformarlas?

Desde mi punto de vista, no sé si calificarlo como heridas abiertas.

Me parece que son más bien silencios obligados.

Nuestro país tiene una deuda enorme con la memoria.

Con nuestra memoria democrática en especial.

Con quienes han construido los relatos y la historia…

los vencedores de la guerra, que fabricaron un relato que hablaba de una guerra entre hermanos.

Y no fue así.

Esto fue un genocidio.

Un genocidio sistemático que partió de un golpe militar contra un gobierno elegido democráticamente por la ciudadanía.

Las heridas siguen abiertas porque nunca se ha mirado hacia atrás.

Porque hay miles de vidas que siguen enterradas.

Y sobre esas miles de vidas enterradas hemos construido nuestra democracia después de una dictadura.

A mí me sigue pareciendo absolutamente escandaloso que, como país, como sociedad, no hayamos ido más lejos.

Que no hayamos sido capaces de transmitir a la clase política, o de participar junto a ella, en una relectura de nuestro pasado.

Y esa relectura pasa —primero de todo— por dar voz a quienes les fue arrebatada.

Por devolver la dignidad a quienes están bajo nuestra tierra:

en cunetas, en montes, en cementerios, en plazas, bajo nuestros parques.

Solo dando voz y dignidad a todas esas personas podremos empezar a reconstruir nuestra identidad.

Creo que esto va más allá de la herida.

Tiene que ver con una identidad construida de manera falaz.

Por eso es tan importante que, desde las herramientas y las disciplinas artísticas, podamos desobedecer al olvido.

Desobedecer a quienes quieren imponer el silencio.

Y favorecer una reflexión sobre esas heridas abiertas que, a veces, ni siquiera sabemos que tenemos.

Porque las células tienen memoria.

Guardan el trauma.

Guardan el silencio.

Y aunque nuestras ancestras no hayan sufrido directamente esa violencia, sí vivieron un tiempo de terror, genocidio, silencio, dictadura.

Y eso está en cualquiera de nosotras y de nosotros.

Por eso, para mí, es tan importante —desde mi herramienta, que es el teatro documental— poder desenterrar esas historias.

Poder repensarlas juntas.

Y generar una ruptura del silencio colectivo…

que es exactamente lo que nos posibilita el teatro.

🎙️ ¿Qué os gustaría que el mundo entendiera mejor sobre la memoria, el duelo y la justicia? ¿Por qué son un ejercicio colectivo, y no solo personal?

Nos gustaría que el mundo —que la ciudadanía— entendiera que la justicia, el duelo y la memoria no forman parte solo de quienes han sufrido el daño.

Forman parte de toda la sociedad.

Igual que las víctimas de ETA y las víctimas del GAL no son solo víctimas de sus familias o de la sociedad vasca,

sino de toda la sociedad, de todo el Estado…

el genocidio producido durante el golpe militar, la guerra civil y la dictadura nos pertenece a todas y a todos.

Porque forma parte de nuestra identidad, independientemente de qué ideología tengamos o de cuál sea nuestra mirada sobre el mundo.

Esa memoria, esa justicia, esa reparación, ese duelo…

solo pueden ser si son colectivos.

Solo si escuchamos al otro.

Solo si hacemos el esfuerzo de empatizar con el otro.

Solo si entendemos cuáles son sus reclamaciones.

Porque, en el fondo, esas reclamaciones de verdad, justicia, reparación, de derecho a un duelo —

un duelo que para muchas personas sigue inacabado por la desaparición forzada de sus familiares—

son necesarias para poder sanar.

Y ese duelo no es solo personal.

Es un duelo que debemos hacer en comunidad.

Porque nos afecta a todos y a todas.

Porque forma parte de lo que somos.

A quienes son contrarios a estas reclamaciones, o no quieren escuchar sobre memoria, justicia, reparación o duelo,

les invitaría a acercarse a una exhumación de una fosa.

O a leer las noticias que cada día nos llegan desde Gaza, desde Palestina.

Y entender que eso que vemos tan lejano…

en realidad también forma parte de nuestro ADN.

Los derechos humanos están por encima de cualquier ideología, de cualquier idea.

Y esa reparación, esa memoria, ese ejercicio de justicia…

deben ser de todos.

Porque si no son colectivos… estarán incompletos.

Podemos estar más o menos de acuerdo,

pero el ejercicio de empatía, de justicia, de reparación…

y el derecho a un duelo digno…

tiene que ser colectivo,

o no será.

Solo cuando el duelo sea de todos, podremos avanzar.

Podremos construir un futuro.

Pero para construir un futuro…

primero tenemos que saber de dónde venimos.

Si no, el futuro no estará tejido sobre telares fuertes.

Sino sobre barro, sobre arcilla que se deshace poco a poco.

🕯️ Cierre simbólico (voz de Carolina)

Hoy no hemos grabado una entrevista.

Hoy hemos tejido memoria con hilos de voz y de coraje.

Proyecto 43-2 no vino a contar historias.

Vino a romper silencios, a sembrar preguntas, a abrir espacios donde la herida no se esconde… se mira.

Su teatro, su palabra, su lucha, nos enseñan que recordar no es un acto de nostalgia:

es un acto de justicia.

Que la memoria no es un peso que arrastramos,

sino una raíz que nos sostiene para construir un mañana menos ciego.

Gracias por recordarnos que el arte también puede ser restitución.

Gracias por poner luz donde otros pusieron olvido.

Aquí, en La Taberna de las Luciérnagas, vuestra voz ya es parte de una llama que no se extingue.

Una llama que sigue ardiendo… para que el olvido nunca gane.

Gracias, Proyecto 43-2.

Gracias por ser semilla, memoria y horizonte.

“Cada historia rescatada es un faro que vuelve a encenderse en el mar del olvido.

Hoy, gracias a vosotros, navegamos con una luz más.”

— Carolina

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🖤 Gracias por ser parte de este rincón donde las historias pequeñas… encienden luces grandes.

“Una historia silenciada, una vez contada, ya nunca vuelve a ser silencio.”

Porque dar voz… también es hacer justicia.